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Titre: La eclampsia en Lorca: hacia una zoorreligiosa androfanía de la mujer pubárquica. Casos de estudio: Libro de poemas y El maleficio de la mariposa
Auteur(s): BENYOUNES, Mohamed
Date de publication: 2016
Editeur: Université d'Oran 2 Mohamed Ben Ahmed
Résumé: Según Freud, la libido, el gozar sensu lato, es la finalidad del hombre. La composición endógena del ser humano es formada por placer y realidad. Si la persona consigue aplacar sus deseos placenteramente siente un éxtasis. Si pasa lo contrario, intenta adaptarse a la realidad mediante la transferencia (sueño, lapsus, vacilaciones) o la sublimación (satisfacción del deseo). Si tampoco se logran tales operaciones se entra en una fase de trastornos síquicos y mentales. A tenor del analista vienés, cada actividad artística del hombre es sexualidad transformada. Esta premisa concuerda sintónicamente con Federico. Lorca, en su obra, intenta adaptar sus homoeróticos deseos frustrados a la realidad mediante el proceso de la escritura. Se subliman simbólicamente los placeres frustrados del “ello” y se reparten los reprimidos instintos a través de los diferentes personajes que el “yo” intenta controlar bajo 279 Pese a una juvenilia plagada de anatemas y blasfemias, a despecho de una aguerrida lucha contra un aplastante superyó, Federico no consigue liberarse del divino vendaval ni eximirse de los celícolas relámpagos. La juvenilia es el escenario de una batalla intestina. Dado que Jehovah condena al helénico eros para purificar al ánima, Lorca se rebela de suerte que su alma de azabache alcance una carne de nácar. La psicomaquia genera la inagotabilidad inspiradora del simbolismo lorquiano ya que supone una creciente iluminación del amor oscuro y un pulso herido y mantenido contra la intratabilidad del azul. Para que triunfe la carne, inmejorable es el mensaje de Cristo. Federico encuentra en sus palabras un remanso de paz, una tierra edénica en oposición al invivible zarco orco. Una vez sacrificado el redentor, los pecados son expiados. Esta premisa se entrecruza con una deidad inmisericorde, y le permite desarrollar, a lo largo de la juvenilia, su oficio de escristor. Lorca buscaba libertad. Inquiría incesantemente muros ideológicos para arrimarse; libertinas paredes y pilastras jónicas de un santuario griego donde la cariátide puede ser mujer como hombre. Un politeísmo que no es excepción a la regla y una lujuria derramada por dionisiacas manos divinas. Por la obra del literato discurren ríos paganos y piadosos que van a dar en la trágica mar que es el morir. Cada eros esconde un tétrico tánatos: amor y muerte no son del mismo metal pero forman la misma numismática. El joven poeta acuñó unas connotaciones típicamente lorquianas con una cara que luce pasión amorosa y una cruz que tornasola una vía de escarpias mortuorias. La dulzura del sentimiento y lo edulcorado del idilio, ha de saldarse forzosamente con acibarada fulminación. ¡Qué cosa mejor que un ruiseñor para cantar una muerte de amor! La poesía lorquiana justamente vuela en este sentido; una biográfica voz herida, un vespertino trino ahogado, un plumífero pulso en la gayola. En la poesía lorquiana, el “yo” se desprende de su viperina piel, y sisea serpentinamente a lo largo de sus bífidas composiciones entre nardos y azucenas. 280 El Libro de poemas es un yoico desprendimiento lorquiano, un paulatino descubrimiento intestino. La obra se destaca por su lirismo embelesador, su penetrante zoosimbología y su psicobiografismo delatador. La fogosidad sentimental deslumbra por su espontaneidad cristalina y la concatenación de las ideas alumbra yermamente unos encabalgamientos escarchados. Muchas composiciones libropoemáticas se caracterizan por una tricotomía temporal: un pasado lejano, un presente doloroso y un futuro dudoso. Surgen pretéritas sensaciones y retumban cual un latigazo de añoranza, repiquetean los ecos en lontananza heterosexual. Federico se queda con la “hiel” en los labios ya que ni puede retroceder ni afrontar prospectivamente sus nefandos sentimientos. Para más inri, se le agrega a la coyuntura emocional un descoyuntamiento existencial. Se rompen las molduras del alma y se agudiza la angustia religiosa. En la obra, el grito hacia el cielo alcanza una diafanidad de cristal sonoro, injurias e improperios se enrojecen por iracundia anihilando grisáceamente a la divinidad. El final del tratado de fe declarado en “Prólogo” y su entronizada santidad satánica concretan un sujeto sediento de flexibilizada religiosidad. Las diferentes menciones de Jesús en el Libro de poemas resumen el mitigado credo lorquiano. El poeta cree en Cristo, lo emula, y se transubstancia en su escritura haciendo de ella una dionisíaca eucaristía. Lo asocia, como en su venusta composición “Mar”, a Belcebú y Pan. Más que un mensajero atemorizador y ortodoxo, Lorca destaca al apasionado pastor con siringa. La mujer libropoemática es una voz con acento agudo. La dona libropoemática no es nada ordinaria en el sentido genérico sino es un nuncio de una primavera sin golondrinas. Hablar de una titilante Estrella gitana y suspirar por sudorosos muslos sancristobalinos es la forma que encuentra Federico con tal de pasar desapercibido y reivindicar su sansebastianizado eros asaetado. El Libro de poemas es una compilación. Esto quiere decir que el joven granadino tuvo que estudiar detenidamente cada una de las composiciones en aras de marcar la crítica. Las lorquianas palpitaciones que anidan los diferentes extractos libropoemáticos 281 son una imperecedera impronta de polícromos latidos bombeados en momentos de duras penas, lo que hace que la obra sea un lírico testimonio juvenil de un poeta que quiso ser grande en el amor. El teatro lorquiano no difiere mucho de su poesía puesto que las grandes líneas y temáticas del literato se ven simbólicamente repetidas. Federico cultiva un teatro con arte poética, o sea, versificado, metrificado y con un alto grado de lirismo. Además, dota a sus protagonistas de sus propias preocupaciones, de sus singulares vacilaciones haciendo de la 282 En El maleficio la psicomaquia es palpable. El amor carnal es supeditado al ilícito espiritual. Curianito el nene quiere vulnerar a un inexpugnable código divino que discierne entre números pares e impares. Lorca da a entender que el bichito no tiene la culpa de ser obnubilado por unas lumínicas alas lepidópteras en vez de otras oscuras ortópteras. Cuando suena el rumor del amor suele dejar undívagos estragos. Penas y dolores del muchacho son causados por San Cucaracho. Lorca lo tiene claro por la asfixia bíblica y por la anoxia neotestamental. La ventura del Nene está en el cielo y a él le concibieron con alas de hielo. El dramaturgo reescribe, en boca de Curianita la Santa, fragmentos de la ley sancucaracheña. Los líricos salmos lorquianos son dotados de una flexibilidad amorosa en el sentido de que carne y alma sean uno y que la psicomaquia se convierta en “psicosintonía”. No obstante, los arborescentes vástagos sombríos, símbolo de la omnipresencia divina, impiden ver la apacibilidad del firmamento ya que amar no rima con Rama. Los flemáticos aleteos de la falena precipitan el final de Curianito. El lepidóptero zoosimboliza una estrella clavada, una maldición celícola, un maleficio castigador a cualquier cuca ambiciosa que quiera ser mariposa. Lista para renacer, en una tierra anónima, no corresponde a su víctima, un sombrío anochecer. Un corazón que reposa, después de tantos dolores. Estos son todos los males, del efecto mariposa. El poeta granadino se ceba con la verticalidad del castigo, la univocidad del amor y la tragicidad de la muerte. Son todas alabanzas la lucha de Curianito por tener alas. Contrarrestar el destino, extralimitarse las líneas rojas, propasar al horizonte delimitador y dejarse llevar sin ninguna morigeración, son las palabras clave que subsume el literato en su obra en aras de volar manifiestamente pese a ser del todo alicorto. Ambas obras analizadas albergan una yoica disolución lorquiana. Alegrías y temores, penas y amores, blasfemias y rencores se arraciman y se almacenan en un textualizado fuero interno. La aguerrida lucha entre yoicidad y superyoicidad se luce simbólicamente por su fracaso sentimental, por su muerte visceral, máxime de una tramatesitura que proyecta un istmo prohibitivo, una esterilidad emocional que engendra un alegórico aborto. 283 El psicoanálisis criba y tamiza los deslices inconscientes a través de la porosidad textual. Analiza las tendidas angustias sobre una chaise longue de palabras. La psicobiografía dota al lector de una escafandra con tal de sumergirse catabáquicamente en los endógenos mares del escritor y descubrir perlas preciosas en oscuras ostras. La psicocrítica, a contrario, es una anábasis lexical que permite colectar obsesivas palabras para rearmar al diseminado collar de conchas. Lorca es un piélago especial, de profundidad celestial; un ponto griego o un mar de fuego. El sicoanálisis desarrolla uniformemente una red de conceptos para todo el mundo y Federico desarrolla reticularmente al propio psicoanálisis de una manera exponencial porque su obra es un obre intermundanal. Su prolija emblematización (zoorreligiosa y antosimbológica entre otras) y su escritura con “palabras que gimen” justifican al caudaloso afluente consistente en el lorcanálisis. El enfoque teórico es una afinación de los fundamentos de Freud y Federico partiendo de una sinergia psicobiográfica y psicocrítica (psicobiocrítica). Encajar la psicobiocrítica con la obra lorquiana es unir ranura con lengüeta en aras de echar luz sobre sombrías facetas, interpretar una gitana morena que luce una fragante azucena y machihembrar varoniles posos a mujeriles pasos. Psicobiocriticar al Libro de poemas y a El maleficio de la mariposa es presenciar el fracaso de Federico. Un fracaso consistente en su amilanamiento con la palabra prohibida que no sale del “almario”. Lorca huye cual Dafne a fin de guarecerse viscosamente entre las entrañas de la corteza textual. Los recurrentes trozos lexicales representan el tocón del árbol psicobiográfico, un mito personal alegorizado por un laurel cuyas ramas ostentan una trinidad formada por Dios, mujer (hombre) y muerte. El lorcanálisis lírico y dramático desvela un ginocentrismo embaucador. La psicobiocrítica revela una mujer sempiternamente castrada. La esterilidad degenera en perenne psicosis pese a la ansiosa paternidad del poeta. El problema no está en el femenino aparato reproductor sino en la concepción lorquiana de la fémina y su papel desempeñado en la simbólica estratagema. 284 Las dos obras lorcanalizadas reflectan un yermo comportamiento por el “yo” poético y por su alter ego Curianito. Federico es heterosexualmente fecundo y por eso describe a sus protagonistas mujeriles con un sicalíptico erotismo. Sin embargo, como descubre su carácter impotente, inocula, mediante abreación, esta reprimida frustración al sexo débil, lo que la convierte en detonante del drama y consecuentemente provocadora de la eclampsia. Lorca pergeña unas protagonistas preñadas de ilusión para disimular su amariposada condición. La intratabilidad de su superyó imbuido, desde muy niño, de una alta carga de religiosidad ortodoxa le impide manifestarse abiertamente y le impele a vindicarse bajo forma de simbólicos enmascaramientos, ora de manera zoorreligiosa, ora a través de la mujer pubárquica. El Gynophallos libropoemático es la nostálgica mujer, la dona lejana, la epifanía de la pegasea simiente después de femeniles menciones. En El maleficio, la misma Mariposa patentiza la mujer pubárquica por sus viriloides comportamientos y su concepción eunocoide, presenta juveniles síntomas de un futurible hirsutismo y por ello, se considera como antepasada de la “mujer barbuda”. Dicho lo cual, cabria preguntarse por una hipotética “mujer barbilampiña” en la juvenilia, objeto y radiografía, quién sabe, de venideras investigaciones. Toda mujer provoca eclampsia en Lorca que a su vez engendra una epifanía de una zoorreligiosa androfanía cuyo héroe se suicida o se ahorca. De esta manera la mujer pubárquica es sentimentalmente varonil y con una apariencia femenil, lo que hace su fisiología trágica. La superyoicidad aplastante provoca un camaleónico amor, agréguese una deidad terminante que deja crecer la flor del dolor, la consecuencia es muerte fulminante al que ponga al arcoíris color.
URI/URL: https://ds.univ-oran2.dz:8443/jspui/handle/123456789/153
Collection(s) :Doctorat espagnol

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